El otro día iba dirección Paseo del Altillo con mi coche y cuando llegué a la Avda. Andalucía me quedé paralizado; era asombroso lo que estaba viendo.

De repente entré en el túnel del tiempo. Como si de una peli de ciencia ficción se tratase, retrocedí 80 años y creí estar inmerso en la España más negra y profunda, la de la época más oscura de nuestro país.

Para quien no sepa de lo que hablo: me refiero al engalanamiento de algunas calles del pueblo por la coronación de la virgencica de la Antigua, algo que, dicho sea de paso, no sé muy bien en qué consiste aparte de llenar los espacios públicos de banderas con lemas beatos. No entro a valorar las consignas, y mira que con la mayoría de ellas me quedé con la boca abierta, pero eso es lo de menos.

En realidad, no debería sorprenderme. No hay que olvidar que vivimos en un país en el que la jefatura del estado se hereda. Un país en el que sobrevive en pleno siglo XXI una institución de la edad media que, además, goza de bastante popularidad pese a sus corruptelas.

Sin olvidar tampoco que los partidos políticos que se hacen llamar constitucionalistas (pero que han violado sistemáticamente la constitución) son firmes defensores de esa institución arcaica y corrupta.

El tema es que no sólo se han engalanado balcones privados, sino que se ha utilizado mobiliario público para dicha celebración. Entender que las instituciones públicas y los espacios públicos, lo de todos y todas, lo pueden utilizar a su antojo, es muy de la época oscura que antes comentaba de soslayo.

En el mes de abril, algunas compañeras y yo, colgamos una bandera de la república para conmemorar su aniversario. El aniversario de un régimen democrático elegido por el pueblo y que fue derrocado por un golpe militar y fascista encabezado por Francisco Franco, golpe que contó con la ayuda de nazis y fascistas y que asesinó a miles de civiles cometiendo una posterior represión atroz.

Esto es historia reciente de nuestro país, pero muchos de los que defienden una institución de la edad media como la monarquía o que veneran cachos de escayola con forma humana nos acusan de vivir en el pasado por querer desenterrar la memoria democrática de España y dignificar a las víctimas de aquel golpe militar. Tiene tela.

Decía que colgamos una bandera de la República en el arco Blas Infante para conmemorar su aniversario. Duró horas, puesto que dieron orden de quitarla. No sólo quitaron esa, sino que también quitaron la que yo puse en la ventana de nuestra oficina del Grupo Municipal en el ayuntamiento. La policía local requisó las banderas. Bien es cierto que no hay ningún problema para recogerlas.

Para los que crean que estuvo bien quitarla “por inconstitucional”, pero que no se escandalizan cuando ven banderas con el pollo en los estadios de fútbol, pues les contesto antes de que utilicen ese argumento: http://www.eldiario.es/politica/Banderasrepublicanas-Hernando_0_169383485.html

Por cierto. En el colegio electoral de La Herradura, en las pasadas elecciones generales, un simpático muchacho puso una bandera con el pollo en la mesa electoral. Pedimos a la policía local que lo llamara al orden y que la quitara. Su contestación fue que “ellos no estaban para eso” e hicieron caso omiso a nuestra petición. El nazi, al escucharnos hablar con la policía, quitó la banderita. Lo más gracioso es que le pedí al Presidente del PP local que controlara a su gente, a lo que me contestó que mi compañero llevaba una camiseta que ponía “antifascista”. Sí, les molesta que seamos antifascistas.

A lo que iba. Cuando pedimos que la religión quede en el ámbito privado, en el que cada cual es libre de hacer lo que le dé la gana siempre que no joda a los demás, se nos tacha a la izquierda de intolerante e irrespetuosa con las creencias de los demás.

Tiene miga la cosa. Los que imponen a los que no somos creyentes que la religión (CATÓLICA) esté en las escuelas u ocupando espacios que son de todos nos acusan de irrespetuosos. La democracia son ellos.

Me gustaría saber lo que opinarían si las calles del pueblo estuvieran engalanadas de banderolas con lemas como “Alá es grande” o “Alá, padre de los fieles”. ¿Serían respetuosos y tolerantes? La pregunta es retórica, obviamente.

Esto no tiene nada que ver con la libertad religiosa, puesto que cada vez que construyen una mezquita, la mayoría de los que apelan a la libertad religiosa ponen el grito en el cielo. Esto tiene que ver con la imposición y con una manera de entender la vida, ligada en muchos de los casos a una época que algunos pretenden que olvidemos para que no saquemos sus vergüenzas.

Ahí tenemos uno de los frutos de una transacción política que llamaron transición. Una mentira que ahora estamos pagando, también, las generaciones que no vivimos ni participamos de ese trato tramposo.

Nosotras seguiremos reclamando un nuevo país basado en pilares de justicia, igualdad y solidaridad para, no sólo parar el retroceso que estamos viviendo como sociedad, sino para avanzar hacia el mundo nuevo que hay en nuestros corazones. Y, en mi caso, seguiré siendo intolerante con la intolerancia.