Tengo que reconocer que es la tercera vez que intento escribir este artículo. Al principio no entendía por qué; el anteriormente escrito “A propósito de la dependencia” casi salió solo, sin apenas esfuerzo. Lo hice, igual que este, desde la rabia y el asco hacia una clase política y una administración que se ha permitido el lujo y la indecencia de ningunear a los dependientes y sus familiares. Pero ahora, algo enormemente sustancial ha cambiado, el objeto del artículo ya no está. Mi padre falleció el pasado 9 de mayo.

De pronto me di cuenta de que debía volver a escribir, para denunciar la injusticia y la mentira de una ley hecha para paliar el sufrimiento, pero que ha sido pervertida y pisoteada por la clase política, debía volver a reivindicar la necesidad y la urgencia de aplicar con celeridad una ley que se convierte en un grito ahogado en las gargantas, sobre todo, de las mujeres.

Solo he sido capaz de plasmar lo que siento y pienso, cuando he vuelto a recordar todo el camino recorrido con mi padre hasta llegar al día de su fallecimiento, con la sinceridad y la rabia que merecen. Rabia hacia una clase política hipócrita y calculadora, a la que se le llena la boca presumiendo del trato que se les da a los dependientes y de la aplicación de la ley.

Pues bien, como parte implicada, tengo que decir que es mentira todo lo que dicen unos y otros. Miente el PP y miente el PSOE. Solo nos usan como arma arrojadiza, y además nos toman el pelo haciéndonos recorrer un camino que no conduce a ninguna parte en el que solo encontramos frustración y desaliento.

Me pregunto por qué la administración, en este caso la autonómica, evalúa a quienes sabe de sobra no van a recibir la prestación; y solo se me ocurre una respuesta: teniendo en cuenta que, cuando reiniciaron el procedimiento de evaluación de nuevos dependientes estábamos a las puertas de las elecciones autonómicas, el motivo era electoral. Y es que el gobierno de Susana Díaz ha tenido el cuajo de engañar a quien sufre como solo una persona que esté viviendo y cuidando a un gran dependiente sabe. Haciéndole creer que su vida, su día a día, iba a ser un poco menos duro, que iba a recuperar unas horas para sí misma. Y toda esta bajeza con el único fin de conseguir votos. Algo absolutamente ruin y rastrero.

Pese a ellos, mi padre se ha ido de este mundo bien atendido y cuidado. Eso sí, la única ayuda que he recibido, es de justicia decirlo, ha sido la de mis hijos cuando han estado en casa, y siempre la de mi marido.

A esta gente que trafica con el dolor ajeno, no le debo nada. Ni siquiera el respeto; no lo merecen. Todo esto que he vivido, me ha ratificado en lo que ya pensaba de ellos. Solo son vendedores de humo, vividores de lo público, mediocres y seguidores de Maquiavelo. Capitaneados por una encantadora de serpientes, capaz de hipnotizarte con su demagogia barata y de venderte la Giralda si te descuidas. Y por un mediocre en Madrid que no tuvo reparos en mentir descaradamente para llegar al poder.

Cuando acudamos a las urnas, votemos con la cabeza; por nuestros dependientes, por nuestros hijos, por nuestros nietos; y por respeto a nosotros mismos.

Este artículo es en memoria de Pedro Jiménez Praena, mi padre, un luchador que siempre tuvo claro que había que preocuparse por la política. Y también en la de todos aquellos que han recibido este mismo trato de las administraciones del PSOE y/o del PP.